Abejitas y abejorros
en este viejo enjambre
se ajetrean sin trajes
y zumban sin voz;
alados, nunca vuelan.
En cambio, se pasean, se posan, picotean,
apenas pelean, reposan, y repiten.
Puntualmente cada semana
un puñado silencioso
se suicida.
La abeja reina, ajena
a la muerte de sus súbditos,
jalea eslóganes de miel,
atrayendo a otras moscas
- e incluso cucarachas.
En este viejo enjambre
colmado de panales en ruinas,
con celdas enrejadas, mazmorras
sin luz,
decenas de abejas se suicidan cada semana,
y nadie les enciende siquiera unas velas.