domingo, julio 27, 2014

Poema bengalí: Bhaskar Chakraborty

(Introducción sacada de Kaurab Online English Version, por Aryanil Mukherjee)

La poesía de Bhaskar Chakrabarty (1943-2003) es sinónimo de la romántica melancolía de Calcuta - un alienante aislamiento que sufren tanto los jóvenes como los más mayores, inevitable, un estado de hermosa tristeza, prisión de la que quizá exista una salida, una que lleva, sin embargo, únicamente a un mundo sin poesía. Toda una generación de poetas residentes en Calcuta durante los años 60 y 70 escribieron como él, pero ningún otro fue capaz de dominar la rasa karuna (el sentimiento de la tristeza), la soledad urbana y el desconsuelo sinuoso como Bhaskar. En sus lúcidos poemas en prosa hay un sutil sentimentalismo que reconoce una importante dimensión de la modernidad urbana oriental, que a pesar de ser innata, suele disgustar a la crítica occidental. Desde su viaje Cuando vendrá el invierno, Suparna (Shitkal Kobe Aashbe, Suparna, 1971), su primer libro de poemas, Bhaskar Chakraborty llamó inmediatamente la atención, a menudo celebrado como uno de los mejores poetas de la ciudad. Solitario por naturaleza, se mantuvo apartado, evitando convertirse en el centro de atención durante toda su vida. Bhaskar escribió ocho poemarios y apenas se aventuró en la prosa. Murió de cáncer de pulmón en 2003. 


কে যেন বলল : তুমি রাজধানী ছেড়ে একা সহসাই বার্সিলোনা গেছ।  
'বার্সিলোনা' এ- শব্দটা শুনলেই পিয়ানোর শব্দ মনে পরে।  
কে বজায় ? শোনে কে বা ? এ নিঃসঙ্গতায় 
মায়াবী সোনালী রোদ, রোদ - চশমা,
একা ফুটপাথে তুমি হেঁটে যাচ্ছ, আমিও হাঁটছি একটু পেছনে - পেছনে 

ভাস্কর চক্রবর্তী 

Alguien dijo: te marchaste a Barcelona sola, sin avisar.
"Barcelona". Esta palabra me recuerda al sonido de un piano.
¿Quién lo toca? ¿Y quién escucha? En esta soledad,
un sol dorado deslumbrante, reflejos en las gafas,
tú caminas sola por la acera, y un poco más atrás
yo también estoy caminando.

Bhaskar Chakraborty

sábado, julio 19, 2014

Habitación

La habitación era irregular, como dibujada a mano alzada por un crío de tres años y medio. El techo se inclinaba hacia la ventana, y por todo ello resultaba aún más acogedora. Con carácter.

La escasa decoración era suficiente para hacerse una idea de su habitante. Las paredes eran de gotelé azul. Una de ellas estaba medio cubierta de dibujos coloreados a lápiz y acuarela, mapas de distintos países, y frases incompletas. Unas cortinas de un azul profundo, nocturno, flanqueaban la ventana. Bajo ella, la cama y el escritorio, sobre el que campaba un revoltijo de papelorios y bolígrafos.

En la habitación había una pequeña silla. Me senté en ella, dudando si sería correcto o no sentarme en la cama, que parecía bastante más cómoda que la silla. El respaldo era alto y, como el asiento, de tela acolchada. Los reposabrazos eran un poco bajos para mí, y mis piernas eran un poco largas para la silla. Pero era sorprendentemente cómoda. Me arrebujé un poco en el asiento, tratando de encontrar la mejor postura. El respaldo se adaptaba a mi espalda a la perfección, y me apoyé en él, relajado.

No se oía nada en aquella habitación. Era extraño. Antes de entrar, había habido tanto ruido, tanto barullo en los pasillos, en el viejo ascensor con su puerta de hierro, en la calle antes de entrar, un tráfico terrible de gente y coches de esos de hora punta en lunes cuando todo el mundo va con prisas porque todo el mundo va con retraso. Pero desde que había entrado allí, sólo había silencio. Ni un murmullo. Ni una respiración. Era un silencio profundo. Como el azul de las cortinas.

Las sábanas también son azules, pensé. Quizá sus ojos también fueran azules. No podía recordarlo con exactitud. Todos los colores se habían esfumado de mi lengua. Sólo podía pensar en que no podía pensar en aquel silencio azul.

Entonces, me vine.

miércoles, julio 16, 2014

Viajar

Viaja el viajero para descubrir
lejanas tierras, exóticas costumbres,
nuevos sabores; mas no piensa
en descubrir la verdad, pues ésta
es su casa, la cocina donde la madre
prepara el desayuno, la cama
donde sueña con viajar.

Esto es así hasta que viaja.
Hasta que tropieza en tierras lejanas,
malinterpreta costumbres exóticas,
y enferma con sabores nuevos.

Cuánto desengaño hay en estas calles,
en estas aceras rotas, cuánta claridad
en esta agua sucia,
cuánta verdad en este ruido
que impide dormir.