Una vez
me subí a un barco.
Me marché de mi casa
para siempre, sin pañuelos blancos.
Me marché porque quise,
porque el mar me sedujo
con el susurro de sus olas,
con la idea de orillas lejanas.
En realidad,
cuando te vas de tu casa,
tu casa desaparece.
Sin memoria no hay hogar.
Sin hogar no hay regreso.
Yo naufrago y
ya estoy harta.
No tengo dónde volver
ni tengo tierra a la vista.
Me quedan dos opciones:
morir nadando, exhausta,
o ahogarme ya,
ahora mismo.
Atreverse a dejarse entrever entre versos / Desvelarse para desvelar los desvelos / Deslumbrar para asombrar sin sombras y alumbrar sin luces
domingo, enero 08, 2012
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